Las reformas constitucionales anunciadas el pasado 5 de febrero por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, tienen como objetivo asaltar, asesinar y enterrar a la Constitución mexicana.
El Ejecutivo Federal pretende acabar con la división de poderes al capturar al Poder Judicial y busca controlar al Legislativo.
Su propuesta de desaparecer los órganos autónomos habla de que no quiere ningún contrapeso y control democrático de la sociedad. No quiere que exista la división de poderes y su clara intención es regresar al viejo control que tenía el Ejecutivo Federal sobre el Congreso de la Unión.
Ante esta situación, vamos a caminar en la ruta de mantener una coalición electoral- legislativa para hacerle frente a este intento implantar una dictadura en México, que es el propósito final de las reformas que está proponiendo el presidente.
En la coalición opositora rechazaremos y evitaremos que se hagan realidad estas reformas retrogradas.
López Obrador sabe que no pasará su paquete de reformas, es evidente que las presenta para inmiscuirse indebidamente al juego electoral y estar presente en la agenda durante toda la campaña de aquí hasta el día de la elección y con ello desviar la atención de los grandes problemas que no ha resuelto en su gobierno como: la inseguridad, la falta de atención médica, el desabasto de medicamentos, el combate a la corrupción protagonizada hasta por sus propios hijos, el abandono del campo, la escasez de agua, la crisis social, el desprecio por la educación y la ciencia.
Su intención es que nos olvidemos de sus complicidades con el crimen organizado para ganar elecciones, como ya se ha denunciado desde Estados Unidos.
Lo referente a pensiones y a salarios mínimos, lo discutiremos y analizaremos en mesas de trabajo con especialistas y académicos de cada uno de los grandes rubros que se plantean, pero como ha declarado la candidata de la coalición Fuerza y Corazón por México, Xóchitl Gálvez, todo lo demás lo rechazaremos porque son reformas regresivas y conservadoras que refuerzan un anacrónico presidencialismo.